Lo sorprendente de los últimos meses no es tanto que el crecimiento económico mundial se esté desacelerando sino que en sí, haya algún crecimiento.
La crisis provocada por el crunch crediticio no ha seguido el comportamiento habitual visto en los últimos periodos de debilidad económicas caracterizados por una congelación temporal de la liquidez como sucediera en 1982, 1989, 1997-8, que vienen a la mente.
Esta crisis es diferente, una o dos veces por siglo, se fundamenta en el temor de la insolvencia de las principales instituciones financieras.
Esta crisis no trajo a la quiebra de todos los bancos centrales, por la inyección de enormes dosis de liquidez a corto plazo. Solo cuando los bonos soberanos fueron sustituidos por los bonos gubernamentales, primero en la crisis de Northen Rock en Inglaterra y luego por Bear Stearns en USA, fue que se dio una semblanza de la estabilidad restaurada a los mercados.
Pero los spreads de la tasas de overnight de Londres y swaps por defecto no han regresado al ajustado nivel que tenían antes de la crisis. Los temores de la insolvencia no han logrado dejarse de lado aun. Tal vez haya aun, algún número de bancos que al borde de la banca rota tengan que ser rescatados por sus gobiernos aun.
La crisis de insolvencia llegará a su fin solo cuando los precios de las viviendas en EEUU se comiencen a estabilizar y validen el nivel de patrimonial de las casas, el último valor de respaldo colateral para la deuda de las empresas de instrumentos respaldados en hipotecas del mundo. Sin embargo los precios de la vivienda en USA no se estabilizarán hasta que no se absorba el enorme exceso de casas creadas durante el pico del auge del mercado de vivienda vivido en el 2006 que aun está muy por delante. La creación de nuevas casas para una sola familia, están apenas por debajo de la demanda generada por la creación de nuevas familias o la necesidad de reemplazo de las casas. A penas al final de este año el actual nivel deprimido de “inicio de casas” reflejará por completo los niveles consistentes con la alta tasa de liquidación del exceso en el inventario y este, por supuesto, asumirá que el nivel actual de demanda de casas se sostenga.
Esperando que el resultado sea que el precio del patrimonio del mundo entero determine si el sistema financiero internacional, pueda mantener un mínimo de estabilidad conforme cesa el crunch crediticio o regresa a otro periodo de turbulencia financiera.
El escenario optimista depende de los negocios que están más allá del mundo financiero. Dado el vasto deterioro del año pasado en la intermediación financiera, los negocios corporativos no-financieros, se han sostenido sorpresivamente bien, contribuyendo al flujo de las ganancias corporativas, que han ayudado a sostener el estresado mercado de acciones global.
Para estar seguros los precios de las acciones globales están desfasados un 20% con respecto a su máximo de octubre del 2007, pero aun a niveles vistos por última vez en el 2006, un periodo con mucho menos temor demostrado del que existe actualmente.
Un nivel sustentable del valor del patrimonio mundial será crítico si los bancos se recapitalizarán a si mismos a los altos intimidantes niveles que los inversionistas ahora requieren.
El conjunto de capital está siendo incrementado por un razonable alto nivel de ahorro (cerca del 24% del PIB mundial) lo que supone un alza significante con respecto al principio de la década. El flujo de nuevos ahorros aportará algún soporte.
Sin embargo las ganancias de capital, son también igual de importantes. Esto puede ser mejormente observado en el contexto de los balances conslolidadeso de la economía mundial. Toda deuda y reclamo correspondiente se contrarresta en la contabilidad global dejando bienes físicos e intelectuales, y su valor reflejado como neto.
Las ganancias de capital no pueden financiar a nuevas inversiones físicas, pero pueden aumentar el patrimonio global. Si, por cualquier razón, se establece el descuento de la prospectiva de ganancias futuras el valor físico del capital de las acciones declina, el valor del mercado de esas acciones de capital aumentará sin ningún respaldo. Hay entonces un mayor valor consecuente de patrimonio apuntalando el capital de los negocios financieros y no financieros. Debería esta tasa de descuento revertirse y el valor del patrimonio caer. Consecuentemente los precios cada vez más bajos de las acciones globales podrían impedir la recapitalización de los bancos y otras instituciones financieras. El problema de la deuda también podría suprimirse por los niveles de desapalancamiento en el patrimonio.
La globalización es el fundamento del aumento sin precedentes de la actividad económica de la última década. El crecimiento del volumen de las operaciones internacionales ha excedido por mucho el ritmo del crecimiento real del PIB por décadas. Entre 2001 y 2007 las inversiones internacionales (a valor del mercado) alcanzaron casi dos tercios más rápido que el PIB nominal del mundo, de acuerdo a información del Fondo Monetario Internacional.
La edificación económica, el capitalismo de mercado, que ha fomentado esta expansión ahora está comenzando a disminuir por la pausa y parcial retroceso. La causa de la decepción económica, sin embargo, es la naturaleza humana que es propensa a dejarse llevar del miedo a la euforia y viceversa, una condición que ningún paradigma económico a probado ser capaz de evitar sin graves dificultades. La regulación, señalada como la efectiva solución de la crisis de hoy, nunca ha sido capaz de eliminar las crisis de la historia.
Una crisis financiera es encabezada, o de hecho definida por una aguda discontinuidad de los precios de los bienes. Por tanto la crisis debe ser inesperada. El hecho de que el riesgo haya sido subestimado gran parte de esta década fue ampliamente reconocido por la comunidad financiera, sin embargo el “timing” de esta aguda corrección en los precios fue, no obstante, sorpresiva.
La historia reciente esta llena de dicha subestimación persistente por años. Los participantes del mercado que retiraron de largos compromisos a los primeros signos de un exceso de exuberancia, arriesgaban perder su participación del mercado. Por eso coninuaron en la danza, como Chunk Prince, el exdirector de Citigroup lo expuso. Pero asumieron que tendrían tiempo para salir de los mercados. La gran mayoría falló. Cuando la actual crisis surgió, se daba por ello de que la debilidad debería ligarse a los Fondos privados y de cobertura sin regulación. Pero las pérdidas en cambio han sido predominantemente en las instituciones más reguladas: los bancos.
Podríamos no fácilmente confrontar o aceptar que la dinámica de los precios de las casas y sus patrimonios, pero podemos evitar que los clamores de la desesperación política contengan a los mercados competitivos. Es esencial que lo hagamos. El remarcable fuerte desempeño de la economía mundial desde que se adoptara universalmente el capitalismo de los mercados es el testimonio del beneficio de un aumento en la flexibilidad económica.
Se le ha hecho difícil al las sociedades democráticas acostumbradas a la prosperidad, ver otra cosa que el resultado de su sordo manejo político. En realidad la década pasada ha mostrado creciente fuerzas globales (la versión internacional de La mano invisible de Adam Smith) silenciosamente desplazar el control del gobierno de los asuntos económicos. Desde principios de esta década, los bancos centrales ha tenido que ceder el control de los intereses de largo plazo a las fuerzas del mercado global.
Anteriormente economías fuertemente controladas tales como China, India y Rusia han adoptado la competencia de mercado en lugar del edicto burocrático. El peligro ahora es que algunos gobiernos, acosados por las nuevas presiones inflacionarias, opten por retomar la intervención y control sobre los asuntos económicos. Si eso se convierte en una práctica generalizada, la globalización podría revertirse a un costo impresionante.
Allan Greenspan ex presidente de la Reserva Federal de los EEUU, Derechos reservados The Financial Times Limited 2008
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